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Filósofo, poeta y filólogo y escritor alemán, representante del pensamiento liberal más radical del siglo XIX. El contenido de sus escritos, a pesar de la belleza de su estilo, denota vacío de estructuras, agresividad casi patológica, formas originales de estilo, poder cautivador indiscutible. Por todo ello ha sido uno de los escritores más leídos, sobre todo en los estamentos juveniles.
Nació el 15 de Octubre de 1844 en Röcken, en Prusia, hijo de un pastor protestante, que falleció cuando tenía 5 años. Educado por su madre y su hermana, se dedicó con pasión al estudio de la Filología Clásica en Bonn y Leipzig. Ello le dio una erudición portentosa en la cultura clásica. Pronto fue nombrado catedrático de Filología Clásica en la Universidad de Basilea, cuando sólo tenía 24 años. Su salud frágil le obligó a retirarse de la docencia en 1878.
En 1889 quedó desajustado mental, afección nerviosa que le llevó a una vida apagada hasta la muerte acaecida en Weimar el 25 de agosto de 1900.
En sus años de claridad mental fue lector empedernido, influido sobre todo por el idealismo alemán (Hegel, Schelling, Schopenhauer). Su amistad con el compositor Richard Wagner fue intensa hasta su enfermedad.
Escribió con un estilo tan atrayente y con una crítica tan brillante que pronto fue objeto de admiración y resultó alimento preferente de intelectuales hasta nuestros días. Entre sus trabajos filosóficos más brillantes cabe señalar "El origen de la tragedia" (1872), "La gaya ciencia" (1882), "Así habló Zarathustra" (1883-1891), "Más allá del bien y del mal" (1886), "La genealogía de la moral" (1887), "El ocaso de los ídolos" (1889), "El Anticristo" (1896), "La voluntad de poder" (1901) y "Ecce homo" (1908).
Su obsesiva aversión al cristianismo le hace prorrumpir en afirmaciones necias, pero dichas con argumentos irresistibles. Su moral racista del "superhombre" (Übermensch") es aberrante, pero tentadora. Su ensalzamiento del poder y de la raza es sorprendente, pero, para un idealista romántico, se convierte en postulado indiscutible. Su certeza de que era el encargado de proclamar la muerte de Dios fue original, blasfema, incongruente.
El educador debe conocer los postulados de su nihilismo, pues todavía tienta a muchos intelectuales. Su sarcástica afirmación de que la moral cristiana es propia de esclavos y la que él propone es propia de superhombres, triunfadores por necesidad, es manantial de racismo, de violencia ética y de impulso agnóstico.
Por eso debe ser entendido y combatido con argumentos serenos más que con denuestos estentóreos. No conviene olvidar que es un "autor peligroso", por cuanto supo encerrar en lenguaje vibrante sofismas mostruosos. Esta interinfluencia entre lenguaje y mensaje, entre estilo y doctrina, entre medias verdades y medias mentiras, suele ser un problema cuando se trata de la educación de la conciencia, sobre todo en etapas juveniles, y cuando se trata de ámbitos intelectuales y universitarios, dados más a la crítica que a la docilidad. Tal ha sido desde hace más un siglo la resonancia de Federico Nietzsche.
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